lunes, 1 de agosto de 2011

Los lunes no son días para llamar



Los lunes no son días para llamar, tampoco están para recibir llamadas, el que los hizo de seguro pensó que eran apropiados para dedicarse a la planificación de la semana, para cocinar unas lentejas, símbolo de abundancia, y escuchar una canción.

Por mi parte yo prefiero llamar los domingos en la noche, después de la nostalgia de la tarde, y recibir una sonrisa que deje todo listo para el lunes.  Como una caricatura que tiene los diálogos en blanco y es tan perfecta que a nadie se le ocurren las palabras precisas para llenarlos. Termino la tarde con la última página de otro libro que fue escrito específicamente para mí. Henry Miller me llevó a la desesperanza, me puso en el centro del abandono y del olvido con el fin de hacer que me construyera de nuevo.

¿A quién se le ocurre madrugar un lunes? sólo a los que deben tener todo escrito y necesitan esa horrible mañana para planificar la semana. Escribir y planificar son dos asuntos que no pueden ir de la mano. Bueno, a no ser que sea una mujer y la planificación sea meramente sexual. Pero la gente madruga los lunes con la premisa del hacer. Hacer dinero, hacer trabajos, hacer, hacer… hacer. Sin ningún motivo verdadero, simplemente como un piñón que no es capaz de detenerse por miedo a que la máquina colapse. Además siempre terminaran el jueves pensando en que nada de lo planeado se cumplió o por lo menos la mayor de las partes.

Por eso no es bueno llamar un lunes, es como entrometerse. Llamar un lunes, es como negarse la posibilidad de ser el culpable de las picardías. La mejor compañía para todos aquellos que planifican su semana, su día y hasta los tontos que planifican su vida; consiste en ese pequeño ser que logra anular todos sus planes. Es negarse la posibilidad de ser un entrometido, por ejemplo, el miércoles, día reservado para estatutos y testamentos, o por ejemplo ser el entrometido del viernes y colarse en los vinos tintos de las noches.

Ahora, sería más tonto aún esperar una llamada un lunes en la tarde y no es que nadie llame un lunes en la tarde, perfectamente puede hacerlo un chileno de una editorial que leyó las dos primeras páginas de una novela que uno nunca terminó y que a él le encantaría leer completa. Pero una llamada importante nunca llega un lunes en la tarde, menos cuando la nueva ley  del tabaco agotó el menudeo de cigarrillos y no permite ya que uno vaya hasta la tienda más lejana a buscar un cigarrillo para calmar la ansiedad.

Por eso este lunes no llamé ni esperé tu llamada, dejaré la puerta abierta que los lunes permite dejar  y se colará por ella el frío de las frases que te callas  con el vino tinto que le ocultas a tu agenda, para que me las digas el jueves o el sábado, cuando me entrometa en tu vida y obtenga otra disculpa para llamarte el siguiente domingo en la noche.


A dos manos.

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